Señor Director:
Está demás decirlo, Gran Bretaña es una antigua y gran nación que en largos y gloriosos siglos ha sufrido, como todas, enormes pruebas y cada vez más fuertes cambios. Dawson decía en los setenta que desde la reina Victoria a entonces eran infinitamente mayores que desde la Alta Edad Media hasta esa soberana.
Pueden, sólo en una centuria, recordarse muchos hitos. En la nave de la catedral de Notre Dame, en París, en la primera columna a la derecha hacia el altar, un memorial recuerda al millón de británicos caídos en territorio francés entre 1914 y 1918. En Caen, al noroeste de la capital francesa, varios cementerios testifican el inmenso costo humano del
Día D, en junio de 1944. El Reino Unido ha vivido como todos los países de Occidente el paso de la modernidad a la posmodernidad, y en los últimos años los feroces efectos de la inmigración que cae sobre Europa. Lo antes no imaginable, un nombre hindi de la mayoría “tory” disputó recién el alto cargo de Primer Ministro, Rishi Sunak, hijo de padres indios panyabíes y educado en Oxford, quizá un resabio del Commonwealth.
Como la BBC y muchos canales lo dejan ver al mundo durante estos días, los 70 años de soberano ejemplo entregados por Isabel II han personalizado el respeto a lo más sagrado de esa nación, de forma tal que ningún cambio, ninguna tragedia, ninguna fractura ha sido capaz de quebrar la honda cohesión social de ésta.
Algo que restaura la confianza en la capacidad humana de recuperar la reverencia, el respeto y el orden.
Jaime Antúnez Aldunate