
A continuación, la transcripción completa de la mesa redonda, publicada en el diario El Mercurio en 1982, moderada por Jaime Antúnez Aldunate, en la que los destacados filósofos chilenos Juan de Dios Vial Larraín, Joaquín Barceló, Humberto Giannini y Rafael Gandolfo reflexionan sobre el rol, el sentido y la enseñanza de la filosofía en la sociedad contemporánea, particularmente en el contexto chileno y latinoamericano.
Considerando la situación actual del discurrir filosófico en el mundo, ¿qué función dirían ustedes que se le puede asignar a la filosofía en una sociedad como la nuestra?
Juan de Dios Vial Larraín: Es difícil formular un juicio histórico sobre situaciones tan temporales. Creo que esto se complica en el caso de la filosofía, porque el pensar filosófico tiene un tiempo de gestación que es muy suyo y también porque la filosofía se ha hecho siempre trabajando muy a solas.
Sin embargo, yo advertiría los siguientes aspectos. Considero que en este momento estamos careciendo de lo que fueron en otro tiempo figuras tutelares. Lo cual está ligado a un fenómeno de difusión y sincretismo. Lo ilustro con un ejemplo: una de las cosas que me llamaron más la atención en una reciente reunión de la UNESCO fue que las naciones o grupos que manifestaban mayor entusiasmo, que con más garra se planteaban la cuestión de la filosofía, eran países como Polonia, Canadá, Checoslovaquia, Holanda y naciones africanas como Costa de Marfil, por ejemplo. O sea, la filosofía se ha universalizado. Pero a ello va ligado un fenómeno de sincretismo. En otro tiempo, había una tradición filosófica en Francia, Alemania, Inglaterra, muy cerrada en sí, cada una de ellas orgullosa, en cierto modo, de ignorar a la vecina. Hoy, en cambio, en todas partes se sabe todo y se ha producido un fenómeno de industrialización masiva de la actividad filosófica, producción profesional de filósofos en gran escala, de libros, de revistas, de congresos de filosofía. Todo ello, a mi entender, amenaza muchas veces la autenticidad del pensar filosófico. Mas es ésta la situación que se está viviendo.
Joaquín Barceló: Yo creo que se debe hacer una distinción. Hay un sector del mundo que me parece estar muy satisfecho de su desarrollo filosófico y otra parte del mundo que no lo está tanto. Este sector del mundo satisfecho parece ser el anglosajón, que ha desarrollado el neopositivismo, con una teoría basada en la lógica matemática, con las proyecciones que le ha sacado a la filosofía del lenguaje hacia la derogación de la metafísica.
Vial Larraín: Vuelvo a la reunión de la UNESCO antes mencionada. El grupo más reacio y menos interesado era el de los nórdicos, gente catequizada por el neopositivismo. En cambio, el entusiasmo de la gente africana, canadiense o americana me pareció impresionante.
– Neófitos en filosofía…
Vial Larraín: En cierto modo.
Humberto Giannini: Yo diría, refiriéndome a esta época, a esta generación -no sé si hay que alegrarse o apenarse de los tiempos que vivimos- que se le pide a la filosofía la búsqueda de un pensamiento sobre hombre como escuela, como especie que tiene que salvarse, y esto liga a la filosofía de nuestro tiempo necesariamente a la filosofía política. Nosotros vemos que en el mundo hay en este tiempo un resurgimiento de la filosofía política, una búsqueda desesperada de soluciones de convivencia. Política es búsqueda de convivencia. Si analizáramos estadísticamente lo que están haciendo los filósofos en el mundo, veremos que ellos están en una gran mayoría buscando esos caminos, como si la realidad fuera un oráculo que dice: esto es lo que hay que buscar hoy.
Uno ve, por ejemplo, que desde ciencias particulares, desde ciencias un poco incipientes como la economía, hay una búsqueda de acercamiento a la filosofía. Todos los prohombres de la economía que han venido a Chile lo han hecho buscando una fundamentación filosófica –no sé si la encuentren- pero se ve que están en eso.
Barceló: Yo pregunto, ¿hasta qué punto la filosofía tiene la función de decir cosas frente a problemas de ese orden? ¿La filosofía no es también un lujo, como la pintura y la poesía? ¿O tiene una función redentora, una función salvadora?
Rafael Gandolfo: O esclarecedora…
Vial Larraín: Yo diría otra cosa. La filosofía no sabe nunca claramente dónde está y se la halla por doquiera, por más que no lleve debajo la etiqueta “yo soy la filosofía”. Véase, por ejemplo, la economía. Toda la tradición de la economía, diría que hasta von Hayek, y desde luego pasando por Adam Smith, David Ricardo, Stuart Mill, todos ellos son filósofos distinguidos. Hacer de eso la materia de una reflexión con las categorías, lenguajes y formas propias de lo que ha sido la disciplina filosófica, ya es otra cosa. Ahora, de ninguna manera admitiría la calificación de lujo. Y si hablamos de lujo, quiere decir que el hombre sería un animal lujoso; porque no puede hacer otra cosa: este género de reflexión es lo que lo constituye como tal.

La influencia de la filosofía
Gandolfo: Yo considero que la filosofía, a partir del siglo VI antes de Cristo, ha desempeñado siempre en Occidente una función que podríamos llamar social, además de la función naturalmente personal, indiscutible, y a veces no fácil de detectar. Ha proporcionado una concepción fundamentada en los valores y de los fines a los cuales teóricamente debieran tender el individuo y la sociedad a la cual pertenece.
Pero más aún -y en este sentido tiene toda la razón Heidegger- la cultura occidental es en el fondo una cultura radicalmente metafísica. Como que arraiga en una metafísica, aunque el que actúa u opera en el mundo social ignore incluso la palabra metafísica, aunque no haya aprendido metafísica en ninguna parte, nunca.
Diría que la filosofía, en aquel que recibe su influjo, rompe una especie de muro en que vive el espíritu humano encerrado, mientras no ha sido tocado de alguna manera por la filosofía, directa o indirectamente. Lo abre a lo que llamaría el horizonte infinito de lo posible. Es aterrador y fascinante vivir en un horizonte donde se abren posibilidades sin límites. Y esto yo lo veo en ciertas figuras que no pertenecen al mundo de la filosofía, surgidas incluso en nuestro suelo patrio. Vicente Huidobro, por ejemplo, una de las cumbres de la poesía castellana, incomprensible si no es a partir de Nietzsche. Eduardo Cruz Coke, cuya actividad política no se puede comprender sin el descubrimiento que él hizo de Bergson. En la escultura de Totila Albert se descubre también la mente de un hombre que no es filósofo, impregnada de filosofía. Se podrían mencionar infinidad de casos: Andrés Bello y la filosofía realista inglesa. José Victorino Lastarria y el positivismo.
Barceló: Me parece que debemos atenernos a una sociedad como es la chilena de nuestros días, en la que se están planteando ciertas clases muy específicas de desafío, y en la cual tiene base la pregunta: la filosofía ¿tiene o no un sentido? Yo trasladaría la pregunta inmediatamente a otros campos, como, por ejemplo, la poesía: ¿Tiene la poesía un sentido? Tiene un sentido muy de otro orden y es eso en parte lo que yo trataba de definir como lujo.
Giannini: Yo creo que en estos momentos la filosofía, como podría serlo la poesía, son instancias de la vida humana sin las cuales se pierde una sociedad. El peor peligro que puede correr una sociedad como la nuestra -y no digo sólo la Universidad- es perder de vista que la filosofía es el núcleo que va conformando una intelección ordenada, inteligente de las cosas. Así es como se la ve en los grandes momentos del pensamiento. Así se ve a Descartes sumergido en el mundo de la ciencia de su tiempo; y desde mucho antes los griegos, metidos en todo el enorme problema de entender su realidad. Lo que nunca diría es que la filosofía es un lujo. Es una cuestión vital sin la cual el hombre quizás no pueda vivir.
Vial Larraín: Hoy, y en todo tiempo, se reclama un pensar filosófico desde muy distintos ángulos. Hay una necesidad de esclarecer nociones que son vitales. Por ejemplo, qué significan democracia, libertad, espíritu, ética. Son problemas que inquietan, que acucian a cualquiera, y cuyas raíces no van a ser esclarecidas si no hay una capacidad de pensarlas filosóficamente. Incluso desde las cimas de la ciencia hay la misma apelación y a hombres como Einstein y como Heisenberg cabe considerarlos como filósofos. También se observa un fenómeno similar en las artes plásticas o en la música: cuando se oye reflexionar a hombres como Matisse, Klee o Stravinsky, se les ve moverse en un plano que es filosofía, por más que no tenga etiqueta profesional o cartón agremiado. ¿Cómo renunciar a eso?
Filosofía chilena, filosofía americana
Se ha hablado del papel de la filosofía en relación a los aspectos más relevantes de la cultura, y se ha hablado de un pensar que puede no ser estrictamente técnico y académico, pero que tiene una razón de ser filosófica, una densidad de tipo metafísico. En función de ello cabría plantear ahora algo discutido desde tiempo y es si existe o no una filosofía chilena.
Vial Larraín: Para llegar al núcleo de los problemas filosóficos es indispensable incorporarse a este complejo lenguaje que es la filosofía y que, a mi entender, no tiene apellido. O sea, no hay una filosofía que sea alemana, francesa o chilena, sino que la filosofía es buena o es mala, es legítima o es espuria. Eso no quita que un pensar así pueda tener matices típicos que naturalmente se producen por el lugar en que surgen.
Ahora, si se entiende la filosofía en un sentido más laxo, puede considerársela como abordando aspectos más generales que son propios de una determinada situación cultural, y a esto podría llamarse filosofía que reflexiona sobre una determinada ley histórica. Eso lo admito. Pero creo, sí, necesario señalar que hay cierto retraso en nuestras propias formas culturales para llegar a un nivel de reflexión filosófica. Hay países de América donde se oye hablar de “mestizaje”, que es un concepto rico, o de “criollo” y “criolledad”, palabras que tienen fuerza y contenido. Yo no veo que nuestra propia cultura, filosóficamente hablando, haya llegado a una riqueza de conceptos de este género.
Gandolfo: Yo pienso que para que una filosofía sea viva en cualquier pueblo o sociedad, no tiene por qué ser creadora de perspectivas absolutamente nuevas, como ha ocurrido en esos grandes momentos, tan pocos en la filosofía occidental
¿Por qué? Porque le basta con redescubrir el horizonte que abrieron ya Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Descartes, Nietzsche, Kant y otros. Pero, eso sí, para que este redescubrimiento redunde en una filosofía viva, se requiere que el filósofo que lo lleve a cabo al mismo tiempo se percate de que lo descubierto -por esos pensadores en momentos pasados- tiene una fuerza esclarecedora en su propia realidad actual, realidad compuesta de factores tan diferentes, pero que estas filosofías le ayudarán a interpretar y a gobernar.
Esta filosofía viva supone, además, que el que la piense y eventualmente la enseñe no se reduzca –como ha pasado en tantas universidades americanas y europeas- a una especie de desfile de opiniones a través del tiempo, sobre el hombre, sobre Dios, sobre los valores; opiniones todas discutibles, a veces novedosas e interesantes, otras delirantes; todas, en realidad, refutables todas, en el fondo, creadoras más que todo de dudas y perplejidades. No, la filosofía sólo será viva en la medida en que sea aportadora de verdades y de evidencias capaces de proyectarse en el propio mundo en que se actúa y se piensa.
Con referencia a esto, quisiera hacer constar la acción de algunos maestros en Chile que despertaron en nosotros el sentido de la filosofía viva. Uno, el profesor Ernesto Grassi, que vive todavía en Alemania, y que nos dio una lección nueva de la filosofía griega. Otro, también para mí particularmente importante, fue Osvaldo Lira. Nadie como él ha hecho ver en Chile la vitalidad y la originalidad del pensamiento medieval, especialmente de Santo Tomás. A esto se agrega el buen número de profesores jóvenes que en estos últimos 20 años han adquirido su formación en España o en Alemania, educación que ha dejado una marca en ellos. Por tanto, de aquí a una fecha tal vez un poco larga, sí creo posible una filosofía chilena en el sentido que lo he expuesto, siempre y cuando este material vivo no se malogre.
Barceló: Tenemos una larga discusión con el profesor Giannini sobre la posibilidad de un pensamiento sudamericano en general. Sobre los problemas que son propios de la filosofía, yo diría que nosotros podemos, evidentemente, decir algo, pero este algo que nosotros podemos decir no es necesariamente universal. Es algo válido para nosotros, en nuestro mundo, en nuestro entorno, en nuestra situación histórica concreta. Y esto engarza con lo que señalaba el profesor Gandolfo sobre la función que tienen las grandes visiones iluminadoras de la filosofía. Nosotros podemos aprender una infinidad de Platón, pero en el fondo no vamos a ser platónicos, no lo lograremos nunca ni tenemos por qué serlo, y tal vez sería negativo que lo fuéramos. Existe una especie de prejuicio racionalista en la pretensión de que nosotros podamos pronunciar el enunciado universal, necesariamente válido, aceptado y aceptable por todos, que esté dado de una vez por todas. Mucho más responde a lo nuestro decir lo nuestro, sin ninguna pretensión. Por tanto, a lo mejor la tarea que nos corresponde no está justamente en hacer una filosofía a lo Husserl o a lo Kant, sino en hacer todo lo contrario. A lo mejor buscar un camino que quizás no pueda ni siquiera expresarse como un ensayo filosófico en el sentido tradicional, sino en formas tal vez totalmente insospechadas para nosotros.
Giannini: Yo hallo en la exposición del profesor Barceló algo que me suena radicalmente injusto. Creo que en Chile se viene haciendo filosofía desde el momento que se interpretan textos. Desde el momento que un hombre trata de interpretar textos. Desde el momento que un hombre trata de interpretar y dar la visión de otro autor, ya está haciendo filosofía. En qué grado, con qué modestia, eso es otro problema. Creo que la filosofía no es un lujo, creo que es un bien del hombre en cuanto quiere salir del encierro de su sensibilidad inmediata. La filosofía es una forma inteligente de hacerlo y en todo pueblo hay momentos y hay personas que lo hacen.
Vial Larraín: Quisiera ampliar de algún modo lo que expuso el profesor Gandolfo. Si nosotros pensamos qué fue la filosofía durante la Colonia en América latina, topamos con una gran figura escolástica colonial, que es un gran pensador universal, que figura en los textos de historia de la filosofía que se publican en Europa, que se llama Briceño y que es un chileno. Nació aquí y después enseñó en Lima y Venezuela. Es un discípulo de Duns Escoto, franciscano como él, a quien los manuales de historia de la filosofía llaman “el pequeño Escoto”. Esto en el siglo XVIII. En el siglo XIX está la figura descomunal de Andrés Bello, de la estatura de un Goethe, y, aun cuando parezca desproporcionado, yo sostengo mi afirmación en cualquier lado. La obra de Bello es una gran obra de filosofía. También algunas décadas atrás podemos registrar entre nosotros la presencia de profesores extranjeros eminentes, que tuvieron influencia en la formación de hombres como el profesor Gandolfo, como Millas, como Schwartzmann. Después de nosotros hay incluso unas dos generaciones de gente muy calificada. Es decir, nosotros podemos contar aquí muy bien por lo menos cinco o seis generaciones de personas que han vivido lo que es la filosofía con un grado de autenticidad personal muy grande.
Barceló: Bien, la filosofía que hace Briceño, ¿es filosofía chilena o filosofía europea? Lo que hace Bello, ¿es filosofía chilena, venezolana o filosofía escocesa?
Vial Larraín: Yo digo que lo que hace Hume es filosofía inglesa, que lo que hace Kant es filosofía alemana y que lo que hace un señor nacido en Chile y que constantemente está recordando elementos de su contexto, se puede llamar filosofía chilena.
Gandolfo: La discusión viene de tiempo atrás, de la época de Jaime Eyzaguirre, y recuerda la participación de Armando Roa en ella. El asunto se planteaba en términos de si era posible una filosofía auténticamente americana. La discusión quedó en el aire, porque me parece que es difícil responder a la pregunta de si una filosofía en sentido estricto puede llevar acuñada el sello de lo americano.
Lenguaje poético y perspectiva histórica del pensamiento
Lo que sí es cierto -pero no es lo que directamente se ha planteado aquí- es que es posible un lenguaje poético propio, que exprese ciertas realidades que se dan sólo en nuestra América, como, por ejemplo, el paisaje americano, la cordillera americana, el trópico. A esto respondería afirmativamente.
Wittgenstein, refiriéndose a ese cuadro famoso de Miguel Ángel que es la creación del primer hombre, dice que se puede afirmar que hay una filosofía en el dedo del Creador que apunta al hombre y al cual el hombre responde con una mirada. Hay una filosofía en eso, dice. En ese sentido de la expresión hay, en realidad, una filosofía auténticamente americana, pero ya no es estrictamente la filosofía de la cual estamos hablando.
Giannini: Hombres sensibles como son los poetas, con una sensibilidad exquisita, han captado las notas distintivas de ese paisaje y ha gustado mucho en Europa esa visión del mundo americano. Creo que eso mismo lo puede tratar también el pensador desde una experiencia más analítica.
– Parece ser casi general la opinión de que por lo menos el panorama iberoamericano y el hombre iberoamericano inspiran expresiones que en un sentido lato pueden llamarse filosóficas. Quizás valdría la pena circunscribir ahora nuestra pregunta al ámbito de la sociedad y el hombre chileno de nuestros días. A éste, como indicaba el profesor Barceló, se le están planteando ciertos tipos muy específicos de desafío, y en su lenguaje coloquial, señalaba en alguna ocasión el profesor Vial, abundan palabras tales como impacto, proyecto, decisión, angustia, cuyo último sentido habría que descubrirlo en el pensamiento de algún filósofo. ¿Hay, pues, implícita a esta realidad concreta que vive el hombre chileno de hoy alguna filosofía? ¿Esa concreta realidad es el trasunto de alguna filosofía?
Vial Larraín: Al comenzar nuestra conversación observábamos cómo la filosofía no está etiquetada en una caja de fondos, sino repartida por doquier. Que cualquier manifestación del espíritu está impregnada de contenido filosófico, sea el poema, sea la música, sea el dedo con que el Creador apunta al hombre en la Sixtina. Uno puede ver allí latiendo valores, formas, ideas que son las propias de la filosofía, de acuerdo. Pero la filosofía está llamada ella a extraer eso y darle un nuevo cuño, a hacer de eso otra cosa. Ahora bien, a mi juicio, lo peor que puede hacer un filósofo, o sea, lo que nunca ha hecho, es de algún modo prefijarse lo que haya de decir, porque con eso frustra, castra diría yo, su pensamiento, lo convierte en ideología. Si hay pensamiento auténtico frente a realidades auténticas, de un modo natural va a brotar una filosofía propia, con todas las connotaciones de singularidad. Pero tiene que nacer de un modo espontáneo; propuesto es ideológico y es nefasto.
Gandolfo: Yo agregaría algo que corrobora lo que dice el profesor Vial. Me parece que en realidad la filosofía nace auténticamente de una manera imprevisible, pero requiere, además, de una creación anterior a ella. No me imagino a un Platón ni a un Aristóteles elaborando su pensamiento sin todo el mundo cultural griego que ya preexiste a ellos. Sin la “Ilíada”, sin la “Odisea”, sin Píndaro, sin la tragedia griega, sin la escultura griega, probablemente el pensamiento no habría brotado. Pero con la sola plástica y la sola “Ilíada” tampoco se hace nada filosóficamente hablando.
Creo, así, que en el caso de América se ha estado dando desde el siglo pasado, quizás desde la Colonia, un material, llamémoslo poético-literario, y plástico, cada vez más capaz de fecundar el pensamiento humano y despertar en él la inquietud filosófica. Se ha dado como la materia que es la que sacude al espíritu, y estamos en eso, pero, como dice el profesor Vial, es imposible forzarlo.
Vial Larraín: Y en este sentido justamente yo diría que una filosofía chilena y filósofo chileno es Platón. ¿Por qué? Porque sirve para nosotros, porque no podemos hacer filosofía al margen de él.
Gandolfo: Es lo que quería decir cuando hablé de redescubrir, porque si no redescubrimos, no hay nada.
Vial Larraín: Santayana decía: Si ignoramos la filosofía que nos precede, estamos condenados a repetirla, y malamente.
Giannini: El hombre es un ser histórico y nos debemos al pasado de una manera muy real. No entendemos nada sin reportarnos al momento desde el que somos especie.
La enseñanza viva de la filosofía
Por ello mismo, Platón nos pertenece y debemos estudiarlo. Y es necesario en esto poner particular atención al método como estudiarlo. Si nosotros simplemente estudiamos a Platón desconectado de todo interés vital, sin que una inquietud propia nos lleve a interrogarlo, yo creo que resulta una historia de la filosofía descarnada, inhumana y que no va a llegar a ningún lugar.
Gandolfo: Aquí tocamos una cosa que es muy importante. ¿Se puede entender a cualquier pensador de la historia –antigua, medieval, moderna o contemporánea- si uno se revive el problema de dónde nació su pensamiento?
Vial Larraín: Eso es lo que usted llama redescubrir.
Gandolfo: Y el problema, cuando uno lo vive, lo hace vivir a uno. Porque estos problemas no son lo que se plantean las matemáticas. Aquí los problemas, aunque no sean estrictamente teológicos o psicológicos, nos tocan personal e inmediatamente.
Vial Larraín: Es la afirmación de la propia identidad la que remite al encuentro de toda una tradición.
Giannini: Quizás uno sabe que el futuro va cambiando de acuerdo con diversos proyectos, pero también es verdad que cambia el pasado desde la perspectiva que el hombre necesita volver a él. Yo necesito a Platón, por ejemplo, en esta época para hacer unas preguntas tal vez distintas a las del siglo pasado. Ya es otro Platón.
Vial Larraín: Esa es precisamente la fuerza del pensar filosófico, ése es el sentido propio de la universalidad filosófica que se reitera viva y distinta.
– La discusión nos lleva casi imperceptiblemente a otro punto candente y casi siempre sujeto a debate: ¿Cómo debe enseñarse la filosofía? En términos más concretos, ¿esta enseñanza debe atenerse a un esquema histórico o a un modo sistemático? El asunto daría para considerar también los criterios tanto docentes como filosóficos que han inspirado la enseñanza de la filosofía en Chile, ya sea en el pasado como en nuestros días.
Vial Larraín: Siempre me ha parecido bastante extraño que la filosofía para el estudiante medio chileno tenga que consistir en psicología, lógica y en historia de la filosofía, que más o menos conforman el plan. Y eso a mi juicio proviene –aquí vamos a tocar nuevamente en el problema de la historia válida y de la historia inválida- de lo que trajeron los alemanes que vinieron al Pedagógico y que habían estudiado con Wundt. Entonces, nosotros hemos estado a lo largo de un siglo, tal vez arrastrando en la docencia media, profesando sin saberlo, una pésima filosofía como es la de Wundt. Yo diría, en función de lo hablado antes, que Wundt no es filósofo chileno, y en cambio Platón sí lo es. Y conviene advertir que este problema de la enseñanza de la filosofía es de los problemas filosóficos más serios que existen. Platón, en “La República”, por ejemplo, nos da prueba de ello. Ha habido muy distintas concepciones sobre la materia.
Creo con todo que la gran aporía en la cual se ha debatido la enseñanza de la filosofía está dada por esas dos palabras: sistema o historia. Creo que a la filosofía hay que reconocerle su historicidad. La filosofía es un cierto saber que se da a lo largo de una tradición, y bastante larga, de 25 siglos. Y que está toda en pie. No ocurre lo mismo con las ciencias. Las ciencias van quemando sus etapas. La filosofía, no; la filosofía sigue en pie. Ahora, cada filosofía tiende a crear cierto ordenamiento interno en su estructura y a determinar, entonces, disciplinas. Ese es el aspecto sistemático que cada filosofía de algún modo intenta generar. Lo que es peligroso es pensar que las disciplinas ordenadoras de una determinada filosofía valgan en otras y sean capaces de cubrir el espectro histórico de la filosofía. Ahí es donde empiezan a falsearse las cosas. Entonces se produce esa aporía: o unas categorías que se hacen valer más allá del género en donde valen, lo que es ilícito; o se cae en el extremo opuesto, que consiste en convertir la enseñanza de la filosofía en una pura historia. Una pura historia que olvida algo esencialísimo y es que cada filosofía por lo menos tiene una pretensión de verdad, no aspira a ser simplemente un episodio. Esa es la gran aporía que me parece que no se ha resuelto.
Barceló: El asunto que plantea el profesor Vial es muy real. Los sistemas no tienen validez fuera de la filosofía en la cual surgieron. Y, por otra parte, la filosofía entendida como historia conduce inmediatamente al peligro de querer presentar como filosofía lo que uno cree personalmente que es filosofía. En Chile se ha ensayado ya, con buenos resultados, enseñar filosofía enseñando a los filósofos, no necesariamente como historia organizada, en el entendido de que eso es precisamente la filosofía.
Vial Larraín: Yo diría que el axioma primero de la cuestión sigue siendo el que dio Kant. No se enseña filosofía, se enseña a filosofar y a filosofar no se puede enseñar de otra manera sino a la vera de los que han filosofado.
Giannini: Otro peligro es crear una especie de escepticismo al ver la historia de la filosofía como un mosaico, una galería de opiniones distintas y cerradas unas a las otras. La posibilidad que a mí me tentaría que se ensayara, por ejemplo en la educación media, es que a partir de la experiencia de determinado problema se llegase a la formulación filosófica del mismo, estudiando luego los autores que para experiencias semejantes han encontrado una solución.
Un saber interdisciplinario
Me atrevería a agregar que la filosofía, ya sea en el liceo o en la Universidad, debería asumir con más fuerza el papel de un saber interdisciplinario. Creo que en una Universidad que tiende a hacerse estamentos profesionales, la filosofía no debe hacer lo suyo en un cuarto cerrado, sino que debe salir a otros lugares a mostrar su interés y su eficacia en lo que los otros también hacen, en derecho o en ciencias. Necesita aguzar su mirada en los problemas del mundo contemporáneo y una manera de hacerlo, en la Universidad al menos, es abrirse a otras disciplinas. Esto es importantísimo.
– En lo que dice el profesor Giannini sobre esta necesidad de que la filosofía no enclaustre su trabajo y que tenga un papel en ámbitos de la Universidad, aparece una faceta de la docencia así como de la reflexión filosófica que tal vez convendría aquí considerar.
Gandolfo: Yo creo que es muy verdadero que el pensamiento filosófico se incentiva desde fuera de sí mismo. No habría nacido Kant sin la física de Newton, ni tampoco me imagino a Heidegger sin la filosofía clásica tal como fuera creada por los alemanes en el siglo XIX. También Platón fue estimulado para escribir “La República y sus leyes” por el estado desastroso de la polis en que vivía. Hoy creo que el problema que plantea la tecnología está alentando el pensamiento de muchos. Muchos de los pensamientos de los más ricos del mismo Heidegger no se hubieran producido si no se hubiese preocupado por la técnica como es hoy, industrializada y convertida en una especie de fuerza desbocada sin ninguna dirección precisa.
Vial Larraín: Yo diría a este respecto que toda la educación media está tácitamente permeada por una filosofía y es muy importante que eso se haga explícito, que eso se levante y se ponga de relieve, pues ésa es la función de un curso de filosofía como debe ser. Esta concepción profesional de la filosofía, que la convierte en una especie de carrera más como las otras en cierto rincón de la Universidad, eso es desvirtuarla. Como lo hemos planeado en la Universidad Católica, la filosofía tiene que ser una disciplina interdisciplinaria, una disciplina irradiando dentro de la institución y en contacto con toda la problemática que la institución recoge de la vida real.
– Da la impresión de que la presencia de la filosofía ya fue en otro tiempo algo mucho más activo en la vida educacional y que paulatinamente ha ido perdiendo presencia. ¿Es éste un fenómeno exclusivamente chileno?
Giannini: Acentuadamente chileno.
Gandolfo: Tengo la impresión de que se ha dado también en Europa, no, eso sí, en forma tan rápida como en Chile.
– Pero de algún modo, ¿no fueron las propias corrientes de filosofía contemporánea las que abrieron las puertas para que se la dejara de lado? ¿No renegaron ellas de sí mismas?
Gandolfo: Desde luego, el positivismo, que abre todas las puertas en esa dirección que usted indica.
Vial Larraín: En el fondo se ha estado procediendo un poco “filosóficamente” en todo esto, y se ha hecho uso de ciertos argumentos que los propios filósofos entregaron en una autocrítica bastante masoquista.
Certidumbre versus escepticismo
– Hace un momento el profesor Gandolfo señalaba que la filosofía viva es la aportadora de verdades y evidencias. Este replanteamiento en la enseñanza de la filosofía, ¿no significaría de algún modo una importante contribución en la tarea de ayudar al hombre contemporáneo –tan vapuleado por imágenes y presiones de toda índole y tan carente de asideros firmes para su razón- a recuperar la capacidad de pensar con certezas?
Gandolfo: Entiendo el problema. Sí, si el que transmite la enseñanza ha hecho la experiencia de lo que llamamos filosofía viva. Si yo realmente he redescubierto lo esencial del pensamiento, por ejemplo, de Aristóteles, la verdad que él expresó magníficamente, se da espontáneamente el lenguaje propio para entregar eso. Eso supone, diría yo, una relación cordial con el pensador que se estudie y ciertas afinidades con su pensamiento. Si no he vivido esa experiencia, podré tal vez ser un expositor del pensamiento de Aristóteles como se encuentra expuesto por cientos de historiadores. Habrá algo frío e impersonal en eso.
– Y dado el carácter interdisciplinario que tal vez asuma la enseñanza de la filosofía, ¿pueden en este sentido esperar un enriquecimiento futuro los alumnos de otras disciplinas, que no estudien la filosofía como especialidad propia?
Gandolfo: He tenido experiencias bastante significativas en este sentido con alumnos de otras especialidades como Derecho, Biología o Arquitectura, desarrollando seminarios sobre tal o cual pensador. Y me he encontrado con la sorpresa de que a menudo ese alumno sin preparación, sin lenguas clásicas, entendía mejor que el alumno de la especialidad. Yo no sé si ustedes han vivido lo mismo. Yo contesto con mi experiencia.
Giannini: También he visto algo semejante.
Vial Larraín: Eso es cierto, lo que prueba en definitiva que la necesidad de la filosofía está mucho más repartida y es mucho más tácita, pero más viva que lo que uno supone. Con todo, creo que tan dañino como el puro escepticismo son las certezas precipitadas e impuestas desde fuera. Yo no le asignaría a la filosofía el distribuir certezas allí donde había dudas, no. El tipo de verdad de la filosofía comienza, me parece a mí, desde luego, en el modo de asumirla a ella. Esa es una verdad vital, cordial. Al asumirla auténticamente, debe cuidarse mucho de creer que la filosofía lleva cierto mensaje salvador. Creo que la filosofía no debe darse esos aires.
Gandolfo: Estoy de acuerdo en que una tentación en la cual han caído incluso grandes filósofos es el dogmatismo. Dar por terminada la búsqueda de la verdad antes de tiempo. Lo que yo, entretanto, creo es que el que se familiariza con determinada filosofía de un gran pensador debe captar lo que hay de verdadero, allí. Si su familiaridad es auténtica, debe llegar a una certidumbre; a una certidumbre que descansa en una manifestación de la verdad. ¿Qué le sucederá entonces? Esta certidumbre lo va a llevar del primer problema de donde partió, no a una certidumbre que lo tranquiliza, sino a una nueva y final incertidumbre.
Vial Larraín: No la llamemos ‘final incertidumbre’. Llamémosla mejor ‘verdad viva’. Para la filosofía el principio de la verdad es irrenunciable, diría yo, y estamos diciendo cosas que no todos aceptan.
Gandolfo: Para completar mi pensamiento, diría que esa incertidumbre a que llega el filósofo cuando descubre una manera nueva de interpretar el ser de las cosas, la naturaleza, la esencia, las relaciones, es una incertidumbre que no lleva de suyo, por su propio peso, a lo que llamaría una especie de infecundidad. No lo detiene, sino que lo hace vivir su pensamiento, lo mantiene como en ascuas.
– Pero se apoya en certidumbres al mismo tiempo…
Gandolfo: Exactamente, no abandona lo pensado y descubierto.
Vial Larraín: O sea, la incertidumbre y el no saber de un Sócrates o de un Descartes son potencias espirituales de una energía fabulosa.
Gandolfo: Vale decir, no conducen nunca al escepticismo. Nunca un gran filósofo ha terminado escéptico. Pueden terminar quizá dogmáticos, pero escépticos, nunca.