En su edición número 24 de junio, la revista Brasiliensis públicó el ensayo «Relativismo, historia y cambio en el pensamiento de Benedicto XVI» de Jaime Antúnez Aldunate.
Brasiliensis es una publicación semestral del Centro de Estudios Filosófico-Teológicos Redemptoris Mater. Acoge estudios de carácter teórico o aplicado en las áreas de Filosofía, Teología, Ciencias Religiosas y afines, en forma de artículos y, eventualmente, traducciones, entrevistas, reseñas y resúmenes de disertaciones o tesis, de autoría de investigadores nacionales y extranjeros.
RELATIVISMO, HISTORIA Y CAMBIO EN EL PENSAMIENTO DE JOSEPH RATZINGER
Es fácil recordar, aunque hoy se hable menos de ello, la marca que registró en los debates y discusiones de la primera década del tercer milenio, aquello que el entonces Decano del Colegio Cardenalicio, Joseph Ratzinger, dijo el lunes 18 de abril de 2005. Comentaba la carta de San Pablo a los Efesios y la circunstancia era la de su homilía en la misa previa al conclave que lo eligió Papa: “Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo…” (Ratzinger, 2005).
El “relativismo” aparece, en el desarrollo que hace entonces el futuro Benedicto XVI, como una expresión que se adelanta a lo que hoy se denomina “cancelación”, cuya expresión más bruta y radical se expresa a través de la cultura woke.
Este fenómeno es sin embargo antiguo y mucho más profundo que sus alcances políticos y mediáticos. Tampoco se circunscribe a casos como los intentos de “recontextualizar la fe y la teología en la cultura posmoderna” (como propone hoy Lieven Boeve). Según apuntó Ratzinger, hace cincuenta años, se trata más bien de un algo abarcativo, que contagia al conjunto del discurrir cultural. Así escribió al respecto ya en 1982:
Esto implica que, en su real naturaleza, los contornos entre la verdad y la no-verdad sean no claramente definidos: significa sobre todo que la actitud básica del hombre hacia las verdades de ayer consiste precisamente en abandonarlas, en asimilarlas a la verdad de hoy; esta asimilación sería su única posible forma de preservación. Lo que fue constitutivo ayer es constitutivo hoy sólo en tanto en cuanto ha sido asimilado. En la órbita del pensamiento marxista, por otra parte, esta ideología de reasunción (como podría ser llamada) se convierte en una ideología de revolución; asimilación se convierte en transformación. El concepto de la continuidad de ser en la cambiabilidad del tiempo es ahora comprendido como una superestructura ideológica condicionada por los intereses de aquellos que son favorecidos por las cosas tal como son. Es, por tanto, una respuesta a lo que corre contra la “lógica de la historia”, la que reclama progreso y prohíbe lo constante en el statu quo. La noción de verdad, mirada como expresión de los intereses establecidos en un momento histórico determinado, cede su lugar a la noción de progreso: la “verdad” es aquello que sirva al progreso, esto es, lo que quiera sirva a la lógica de lahistoria. (Ratzinger, 1982/1987)
Ratzinger radica la explicación de este decisivo giro hacia la historia, en la filosofía de Hegel, para quien ser sí mismo es visto como tiempo, mientras que el logos se transforma de suyo en historia. Concordante con ello,
la verdad se transforma en función del tiempo; la verdad no es aquello que simplementesea verdad, porque la verdad no es simplemente lo que es, y sólo es verdad por un tiempo, pues es parte de lo que está convirtiéndose en verdad, siendo que lo es por convertirse en. (Ratzinger, 1982/1987)
Considérese a este respecto –y los ejemplos son infinitos– lo sucedido con una noción básica del vivir en sociedad, la ley natural, que hasta hace poco (¡atención, se cumplen recién 50 años de la muerte de Maritain!) era considerada -explícita o implícitamente, por creyentes y no creyentes- un signo de la voz de Dios presente en toda conciencia. Con un aspecto ontológico propio del ser de la persona (además de otros elementos) y un aspecto teológico, pues no es el hombre quien dicta tal ley, sino que se trata de la participación en una ley establecida por el mismo Creador. Todo ello, como es notorio, resuena al contexto actual incomprensible sino completamente desconocido.
De la mayor seriedad –advierte Ratzinger en entrevista realizada en 1986 para el canal de TV francés KTO (ArchivesRC, 2023)– es el efecto de todo lo anterior en lo relativo a la identidad de la Iglesia, y hasta en el propio sentir de los católicos. ¿Existe en tal sentido una crisis de identidad?, se le pregunta derechamente. Responde:
Hay una crisis de identidad porque la unidad con la historia en cierto modo se ha roto… con la crisis posconciliar y el paradigma tecnológico el hombre se encuentra en una ruptura con su propia historia e incluso los católicos no están seguros si toda la historia de la Iglesia ofrece aún la misma identidad… Existe una crisis de identidad y también una crisis de claridad, porque el lenguaje de los tiempos pasados no es simplemente el nuestro, y se comienza a reinterpretar, a buscar cuál es, en el actual contexto, el sentido auténtico y permanente de esas palabras, que existen, pero que están sometidas a reinterpretación. (1m28s)
Otro tanto sucede, agrega, con el principio de autoridad, porque las ideas de obediencia y de autoridad no son ya ideas de nuestro tiempo –después del psicoanálisis y de una determinada idea de la democratización… noción de valores imperativos, que una persona sea encargada de hacer cumplir, incluso por motivo del sacramento, se ha tornado difícil. Las razones son las señaladas.
Alguien podría tal vez preguntarse si esta metamorfosis de lo verdaderoque explica Ratzinger, no es disonante con el conocido aserto de Newman según el cual “vivir es cambiar, y ser perfecto es haber cambiado con frecuencia”. Habría que responder que no, pues la afirmación newmaniana se entiende como un permanente estado de transformación en orden a la total conversión, lo equivalente a ser plenamente sí mismo para decirlo de otro modo, una condición por su parte superior y óptima para cualquier búsqueda auténticamente veraz. La disolución historicista de la verdad es, al revés, algo que se emparenta con lo que confesó cierta vez por el propio Benedicto XVI a Peter Seewald: cada día al despertar, contó a su entrevistador, tenía la sensación de que el mundo amaneció otro, no precisamente en la dirección de su plenitud.
El proceso de “transformación en función del tiempo” es hoy visible, rápido y bien evidente. Nada puede ser reconocido como definitivo. Irrumpe una sonoridad completamente extraña en torno a cualquier verdad fundamental –la ley natural o la identidad católica, ejemplos entre múltiples otros– categorías que, sin necesidad de remontarnos muy atrás, daban fuerte y duradera impronta a la cultura. El trastorno es innegable. Su alcance epistémico de muy hondas consecuencias antropológicas y morales.
Referencias bibliográficas
ArchivesRC. (3 de enero de 2023). Entrevue en 1986 avec un futur pape, le cardinal Ratzinger.
Ratzinger, J. (1987). Principles of Catholic theology. Building stones for a fundamental theology, Ignatius Press. (Obra original publicada en 1982)
Ratzinger, J. (18 de abril de 2005). Homilía Misa “Pro Eligiendo Pontifice”.