En los medios
El Mercurio

Benedicto XVI, humildad y verdad

Cuando después de 30 años consecutivos de fundamental y descollante servicio en Roma -veintidós como brazo derecho de San Juan Pablo II y luego ocho como sucesor del Papa Magno en la cátedra de Pedro-, llegado el sorpresivo momento de su renuncia por razones de salud el 11 de febrero de 2013, en toda la prensa mundial y en publicaciones especializadas, abundaron escritos acerca de la obra del universalmente conocido cardenal Ratzinger, luego Benedicto XVI, Papa emérito según una realidad jurídico-eclesial hasta entonces desconocida.

Benedicto XVI, el Papa de la modernidad, recuerdo éste como título de uno de lo ensayos publicado en ese momento, hace una década. Como otros que discurrieron sobre el tema, tenía su pleno fundamento: si la razón ha sido por excelencia el elemento que ha definido a la llamada cultura moderna, pocas figuras intelectuales como la de Ratzinger supieron defender el intrínseco valor de esa razón, sobre todo en tiempos en que ésta se ha visto vapuleada por los rasgos propios de lo que ha seguido, la posmodernidad, caracterizada principalmente por la primacía de lo práctico y la deconstrucción del “logos”, acepción griega para la razón. Queda para la historia de su pontificado la profunda y celebérrima lectio magistralis pronunciada por Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona, en septiembre de 2006, en la cual describe el proceso de reducción de la razón, en un itinerario que atraviesa los últimos siglos, y su apelo a una generosa y necesaria amplificación del “logos” -reforzado en la universidad antigua por la presencia de las ciencias teológicas- al cual asimila con el “Logos”, el Verbo o la Palabra, así llamado en el comienzo del evangelio de San Juan: en el principio era el Logos…

Tanta y tan alta ciencia, no siempre va acompañada en hombres importantes de una docilidad y de una humildad condignas. En un mundo volcado a la praxis -al pragmático uso de las potencialidades humanas o materiales en orden al poder- esa virtudes son escasas, pero no fue nunca así en el caso de Joseph Ratzinger. Vale la pena recordar un episodio significativo que aún es posible ver en las redes:

En la primera visita que realizó el Papa Francisco a su antecesor, que residía temporalmente en Castelgandolfo, el nuevo pontífice descendió del helicóptero portando una pequeña caja que, luego, ya al interior del Palacio pontificio de verano, entregó como regalo a Benedicto XVI. Era un antiguo icono de la “Virgen de la Humildad”, lo que dió oportunidad a Francisco para hacer un elogio al Papa emérito, diciendo que el regalo representa una cualidad que admira especialmente en él, la humildad. “Grazie Santo Padre”, se escucha responder en voz baja al muy cansado entonces anterior pontífice.

El lema episcopal que Ratzinger hizo suyo cuando Pablo VI lo nombró arzobispo de Munich en 1976, “Cooperador de la verdad” -momento en que se ve obligado a abandonar su dilatada y respetada labor en la cátedra, enriquecida de tantas importantes publicaciones- no queda en su vida como un anhelo, sino como una convicción plenamente vivida. Más aún, es convicción suya que el frágil tema de la verdad está directamente cruzado en el hombre actual con el de la humildad, y así lo explicó en determinada ocasión:  “La raíz de todos los problemas es la pérdida de la capacidad de percepción de la verdad, que va lado a lado con el enceguecimiento ante la realidad de Dios. Es digno de señalarse cómo interactúan aquí el orgullo y la falsa humildad. Primero es el orgullo que motiva al hombre a emular a Dios, a creerse capaz de entender los problemas del mundo y construirlo de nuevo. En la misma medida surge la falsa modestia, que sostiene la idea de que es del todo imposible que Dios se preocupe de los hombres y hasta llegue a hablarles. El ser humano ya no se atreve a aceptar que es capaz de reconocer por sí mismo la verdad, esto le parece presunción; piensa que debe conformarse con tener acceso a la acción”. 

Cuando “Humanitas” cumplió 20 años, recibí con gran gozo una comunicación escrita de su secretario M.Gänswein donde se me informaba que Su Santidad me recibiría Giovedi, 12 maggio 2016, alle ore 19.15, davanti alla “Grotta di Lourdes” nei Giardini Vaticani. Tarde fresca de primevera con sol luminoso, soledad de anteparaíso, recuerdo haberle transmitido al saludar el afecto de muchas familias chilenas que pedían decirle “quanto lo amano e quanto stanno pregando per lei”. Como si una brisa gozosa, venida del finisterrae, hubiese en ese momento cruzado al Trastevere y copado la colina Vaticana, una sonrisa profundamente agradecida y humilde se expresó en su rostro.

Charitas Christi vinculo ultra mortem perseverat 

Jaime Antúnez Aldunate