> EN LOS MEDIOS > Artículo publicado por revista Mensaje, n. 691, agosto 2020.

De Pío IX a Francisco: El cardenal Newman en la mirada de diez Papas

Canonizado en octubre pasado, este intelectual y pastor anglicano convertido al catolicismo, que llegó a ser cardenal, es un poderoso referente en los esfuerzos de una iglesia abierta al diálogo con la cultura y al ecumenismo, y al rol de la universidad en la sociedad contemporánea.

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El ahora Santo cardenal John Henry Newman [1] conoció y trató personalmente a dos Papas: al beato Pío IX y a León XIII. El primero lo recibió varias veces en audiencia, lo acogió paternalmente y lo animó a establecerse en Inglaterra, luego de su permanencia en Roma durante 1847. Para el segundo su cercanía fue un signo particularmente importante para la Iglesia.

En efecto, en febrero de 1878, G.B.Rossi, arqueólogo romano y amigo de vieja data del nuevo pontífice, Papa Gioacchino Pecci, le preguntó cuál sería la línea que seguiría su pontificado, a lo que éste respondió: “Espere a ver cuál será el primer cardenal que haga. Comprenderá entonces cuál será la nota característica de mi pontificado” [2]. Se refería  precisamente a John Henry Newman, el famoso predicador de Oxford, converso del anglicanismo a la Iglesia católica, a la sazón solitario sacerdote en el Oratorio de Birmingham. 

Ya como Nuncio en Bruselas, nombrado en 1846, Mons. Pecci había tenido la oportunidad de un más directo y cercano conocimiento del renacimiento católico en Inglaterra y del Movimiento de Oxford. Supo allí también de las ásperas contradicciones que Newman debió sufrir cuando se convierte a la Iglesia en 1845, de la hostilidad anglicana y de la sospecha de muchos católicos, frente a lo cual defendió ya desde entonces su honestidad. Nombrado Papa pensó en seguida en él, mas debió también arrostrar prejuicios entre miembros de la Curia y resistencias en la jerarquía inglesa. “¡Mi cardenal! No fue fácil, no fue fácil…” confesó una vez en audiencia a Lord Selborne. La relación con “su cardenal” fue entre tanto rica en episodios significativos, así por ejemplo el apoyo que éste prestó al Papa cuando su encíclica Aeterni Patris, contribuyendo a que la reivindicación del tomismo por parte de León XIII no se entendiese como una condena a Rosmini y su seguidores.

Ya al fin del pontificado de León XIII alcanzó cierto desarrollo el movimiento modernista, que empieza luego a tomar posiciones combativas apenas iniciado el de San Pío X. El Papa escríbe la encíclica Pascendi Dominici Gregis (septiembre 1907), que deja en claro los errores del modernismo en relación a la eclesiología de la Iglesia, entre otras doctrinas.

Algunos modernistas, principalmente Loisy y el jesuita Tyrrell, para dar autoridad a sus planteamientos, empiezan a acudir a los escritos del ya entonces fallecido Cardenal Newman, reivindicándolo como uno de los suyos. Ello provocó una primera discusión de alcance europeo en torno a su obra. En seguida asumieron la defensa de Newman varios teólogos católicos, en particular el obispo de Limerick, Edward Thomas, quien escribe un libro mostrando las grandes líneas de su teología y la conformidad de ésta con la encíclica Pascendi. San Pío X reconoce la defensa de Newman que hacen estos teólogos y toma posición clara en carta que dirige el obispo de Dublín. Lo felicita de haber sabido rescatar con competencia la memoria de un hombre óptimo y sapientísimo (“optimo et sapientissimi vir” ), prestando así un gran servicio a la verdad de la Iglesia. Después de rechazar el doloso intento de contraponer un autor insigne al magisterio de la Iglesia, el Papa continúa haciendo una defensa general de la doctrina de Newman. Subraya que incluso cuando anglicano fue un fiel intérprete de la revelación divina, y que ninguna aparente semejanza con el leguaje de los modernistas tiene realidad en su fondo doctrinal. Más aún, destaca la “admirable humildad” con que Newman, cuando se hizo católico, sometió todos sus escritos al juicio de la Iglesia, dispuesto a hacer todas las correcciones que fuesen necesarias; asimismo señala la perfecta ortodoxia de sus escritos como católico.

Una indirecta intervención de San Pío X en este asunto se da, por otra parte, a través de un largo artículo sobre la doctrina de Newman en la revista La Civiltà Cattolica –que oficiosamente expresaba el pensamiento del Papa (“El cardenal Newman presentado a los lectores italianos”)- publicado en 1908, pocos meses después de la encíclica Pascendi. Los modernistas habían traducido dos libros de Newman, para su uso, El desarrollo de la doctrina cristiana y Gramática del asentimiento. El articulista acude a la obra autobiográfica del Cardenal, Apologia pro vita sua y cita al propio autor frente a las interpretaciones que buscaban sacar partido propio a su visión de la Iglesia: “La infalibilidad […] es un poder altísimo y prodigioso enviado sobre la tierra para enfrentar y vencer un mal inmenso. Y ahora que lo he descrito, declaro mi perfecta sumisión a este poder” [3]. Luego agrega, en el mismo sentido y con el mismo fin, un párrafo contundente de las primeras páginas del libro suyo Idea of a University.

Ante el altar consagrado a John Henry Newman en la iglesia del Oratory (Brompton Road, Londres).

Con ocasión de los 1500 años de la muerte de San Agustín, Pío XI escribe en 1930 la encíclica Ad salutem humani, dedicada a este Padre de la Iglesia, en la cual recuerda, refiriéndose a la Apologia de Newman, cómo el argumento agustiniano contra los donatistas había tocado el ánimo de este personaje inglés ilustre y nobilísimo (“animum praeclari cuiusdam nobilissimque viri” ) llevándolo al cabo a pedir ser recibido en la Iglesia católica.

En línea de continuidad, años más tarde, el Papa Pío XII -toda su vida un asiduo lector de Newman- mantiene sus obras completas siempre a mano en su biblioteca privada. Muchas veces lo cita a lo largo de su magisterio, especialmente en sus célebres Radiomessagio, siendo entre tanto la primera de estas intervenciones la carta que dirige en 1945 al arzobispo de Westminster, Cardenal Bernard Griffin, con ocasión del centenario de la conversión de Newman. El Papa Pacelli destaca allí el coraje del nuevo santo en abrazar la verdad luego de haberla hallado, superando dificultades de todo género: la pérdida de los amigos, el desdén y hasta el desprecio de los enemigos, el abandono de una Iglesia amada por muchos años, la incertidumbre económica, el riesgo del futuro.

En su libro L’Église et les Laïcs (Paris, 1963), Jean Guitton, miembro de la Academia francesa, refiere que en una audiencia privada con Pío XII, después de haber hablado de la grandeza de Newman, de la santidad de su vida y profundidad de su doctrina, el pontífice le expresó: “No lo dude, señor Guitton, Newman será un día Doctor de la Iglesia”.

El Papa Roncalli heredó y guardó en su escritorio con cuidado, todos los años de su breve pontificado, los libros de Newman que poseía Pío XII, a los cuales agregó varios ensayos sobre su vida y su obra, así el de Louis Bouyer, Newman: Sa vie. Sa spiritualite.

Hecho destacable: San Juan XXIII cita a John Henry Newman en su primera encíclica, Ad Petri Cathedram, del 29 de junio 1959. Hasta ese momento, según la praxis, los Papas no citaban autores en sus encíclicas como no fuesen Padres de la Iglesia.

El Papa Montini quiso siempre subrayar con insistencia su deuda con Newman, a quien citó muchas veces en sus catequesis, declarándose “admirador y discípulo de este gran sabio, de este hombre de Iglesia y de fe”. Puso asimismo énfasis en la extraordinaria actualidad de su pensamiento y declaró la presencia invisible de Newman  en el Concilio Vaticano II: “Muchos problemas que él trató con sabiduría […] fueron los temas de las discusiones y del estudio de los Padres de este Concilio, por ejemplo, la cuestión del ecumenismo, la relación entre el cristianismo y el mundo contemporáneo, el papel de los laicos en la Iglesia, la relaciones entre la Iglesia y las religiones no cristianas” [5].

Entre muchos otros testimonios sobre Newman dados por San Pablo VI, nos detenemos apenas en dos. Con ocasión del Cardinal Newman Symposium realizado en Roma el Año Santo 1975, en la audiencia concedida a los participantes en este encuentro, puso de relieve especialmente su actualidad, su “poderoso ejemplo y su enseñanza capaz de llevar a conclusiones prácticas y a respuestas válidas para los problemas del tiempo presente” [6]. Y en seguida (nuevamente citamos al filósofo francés Jean Guitton), en el libro Dialoghi con Paolo VI (Milán, 1967), refiriendo una  conversación con el Papa Montini en la cual intercambiaron pareceres sobre múltiples aspectos de la vida y del pensamiento de Newman, relata Guitton que San Pablo VI, lleno de entusiasmo y admiración, exclamó: “Newman es un grande. Para llegar a su Verdad, vale decir a la Verdad absoluta, la Verdad integral, Newman, en la plenitud de su vida, renunció a aquello que vale más que la vida: renunció a la Iglesia de Inglaterra, y no para separarse de ésta, sino para realizarla. Afirmó que no renunciaba a creer en aquello que había creído, sino que lo creía aún más: en realidad había llevado la fe anglicana a su plenitud”.

En la misma línea de ese Papa newmaniano que fue San Pablo VI, siguen sus sucesores. Incluso Juan Pablo I, en su brevísimo pontificado de un mes, en un discurso sobre la fe, usa el conocido acerto del cardenal inglés: “Diez mil dificultades no hacen una duda”.

San Juan Pablo II, en los primeros meses después de su elección -y más tarde innumerables veces- lo cita ya en tres oportunidades. Luego, el 27 de abril de 1990, en el centenario de la muerte de Newman, recibiendo en Roma a los participantes en el simposio del Centro de amigos de Newman, hace notar su gran amor por “el misterio de la Iglesia” y subraya la importancia para el clima cultural contemporáneo del esfuerzo de Newman en pro de la unidad “del mundo de la fe y del mundo de la razón”. [7]

El Papa Wojtyla, muy en la línea de sus preocupaciones doctrinales, puso especial atención al mal uso que algunas corrientes de la filosofía moral procuraban hacer de la doctrina sobre la conciencia en Newman. Contó para esto con la experta colaboración de su Prefecto para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Joseph Ratzinger. La enseñanza de Newman sobre la conciencia es mencionada en el Catecismo de la Iglesia católica (n. 1778) publicado en 1992, y se le cita en varias partes de este autorizado documento, cuya redacción preside Ratzinger. San Juan Pablo II refiere a Newman en dos de sus más importantes encíclicas, Veritatis splendor (n.34) del 6 de agosto 1993; y Fides et ratio (n.74) de 1998. Asimismo en su Carta Magna sobra las Universidades católicas, la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae (nn. 4, 16 y 23).

En fin, el 22 de enero de 2001, en el segundo centenario del nacimiento de Newman, escribe este Papa al entonces arzobispo de Birmingham, Mons. Vincent Nichols, deseando que la Iglesia pueda pronto proclamar la santidad ejemplar del gran Cardenal inglés. Faltaban nueve años para que su sucesor, “en un día realmente feliz” como lo proclamó en su homilía, lo beatificará en su propio Birminghan, el 19 de septiembre de 2010.

Como es lo propio de su talante, Benedicto XVI habló siempre mostrando de Newman profundo conocimiento. Notable fue su ponencia en el referido simposio romano de 1990, anterior a su pontificado, donde expuso las fases sucesivas de su personal aproximación a la doctrina newmaniana, que comienza con Alfred Läpple, a través de quien descubre en el cardenal inglés el fundamento del personalismo teológico. Luego, con Gottlieb Söhngen, su maestro y guía en el doctorado, quien lo introduce en la Gramática del asentimiento, donde hallará la modalidad específica y la forma de certeza propia del conocimiento religioso. Todavía más importante para él, declara, es el aporte de Heinrich Fries a propósito de Calcedonia, por donde accede a la doctrina de Newman sobre el desarrollo del dogma, que juzga, junto con su doctrina sobra la conciencia, contribuciones decisivas para la renovación de la teología.

Transcurridos ya cuatro años como pontífice, viene a luz por la editorial Cantagalli, el libro de  J.Ratzinger/Benedicto XVI, L’elogio della coscienza. La Verità interroga il cuore (Siena 2009), donde retoma una lectio magistralis de 1991 en la Universidad de Siena. Según Benedicto XVI la vida y la obra de Newman podría ser designada “como un único y gran comentario al problema de la conciencia” y cita a este respecto su conocida Carta al Duque de Norfolk, con el “brindis” que el Cardenal realiza por  la  conciencia. Según explica  allí  Benedicto XVI, “para Newman el término medio que asegura la conexión entre la conciencia y la autoridad es la verdad. No dudo en afirmar que la verdad es la idea central de la concepción intelectual de Newman;  si la conciencia ocupa un lugar central en su pensamiento es en realidad porque al centro de ella habita la verdad”. Y dando luz sobre cuánto Newman sirvió de inspiración a su propia obra, explica que comprender lo anterior es difícil para el hombre moderno, que piensa a partir de la contraposición de autoridad y subjetividad; la conciencia se le figura del lado de la subjetividad, como expresión de la libertad del sujeto, mientras que la autoridad parece que restringiera, amenazara o negara tal libertad. Precisamente lo contrario de la conexión que descubre y defiende Newman.

Cabe por último recordar que, en sintonía con lo anterior, en su homilía del Cofton Park de Rednal, cuando beatificó a Newman en la ciudad de Birmingham (2010), Benedicto XVI comparó al ahora santo con los grandes padres del cristianismo en las islas británicas: San Beda, Santa Hilda, San Aelred y el Beato Duns Scoto. ¡Qué más podría decir de su importancia para la Iglesia y el mundo!

Si bien lo más relevante en el actual pontífice con relación a Newman habrá sido la canonización y la homilía durante la misa de ésta -un momento muy aguardado por varios antecesores suyos- sería incompleta esta relación si dejase sin referir que Francisco fue toda su vida un lector y admirador del Cardenal, cuya doctrina ha recogido en apoyo de su enseñanza, así por ejemplo en el siguiente párrafo de su primera encíclica, Lumen Fidei (n.44):

La unidad de la fe es (…)  la de un organismo vivo, como bien ha explicado el beato John Henry Newman, que ponía entre las notas características para asegurar la continuidad de la doctrina en el tiempo, su capacidad de asimilar todo lo que encuentra (An Essay on the Development of Christian Doctrine), purificándolo y llevándolo a su mejor expresión. La fe se muestra así universal, católica, porque su luz crece para iluminar todo el cosmos y toda la historia”.

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La esperanza para la Iglesia significada en esta luminosa figura, san John Henry Newman, que la Providencia llevó a ella en 1845 en las islas británicas -reiterada por los sucesores de Pedro desde que él estaba en vida y luego por más por una centuria- es una sólida señal de cuánto los siglos futuros pueden también esperar de su ejemplo y de su obra.

Notas

[1]  Canonizado por Papa Francisco el 12 de Octubre 2019 en Plaza San Pedro, Vaticano.
[2]  Louis Bouyer, Newman: Sa vie. Sa spiritualité, Paris 1952, p.478
[3]  Previamente al Concilio Vaticano I, Newman se había mostrado reticente respecto de una declaración que afirmase la infalibilidad pontificia, como finalmente ocurrió en dicho sínodo con la Constitución Dogmática Pastor Aeternus (18 de Julio 1870).
[4]  En los ocho años del pontificado de Benedicto XV (1914 –1922), que abarcan toda la 1ª Guerra Mundial, no se conocen de este Papa menciones públicas a Newman, aunque una indagatoria más acabada podría arrojar resultados.
[5]  Insegnamenti di Paolo VI, Tipografía Poliglota Vaticana, Vol. XIII, p. 277
[6]  Ibid. Vol. XIII, p.276
[7]  Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Libreria Editrice Vaticana, Vol. XIII, t. 1,  pp. 1046-1050

* El autor empleó como bibliografía principal el libro: John Henry Newman. Un cristiano che interroga la modernità. A cura di Luca Tuninetti (Urbaniana University Press).